Con máscara no.


Camino por los senderos que palpitan en tus venas,
rozando tu pelo, imaginando tu sonrisa,
escondido tras mi lápida.

Por favor, acaricia mis sueños,
que no tengo miedo de que sueltes tu cabello en mi cuarto,
ya no necesito un juego, no más,
no tires el dado, que me mata.

Anhelo transitar por tus pensamientos,
ser dueño de tus lágrimas,
que te rías al volver a pensarlo,
no ser mas poseído por lo mismo,
regresar soñando la realidad,
no ser esclavo de la mentira,
del celo marchito, del ocaso de tu belleza.

Nunca te lo he contado,
pero acá el anonimato no es mio, es tuyo,
la desconocida eres tu.

No podemos ver.

Sincérate, no me engañes.

Cambiemos.

Que nunca podría amarte con máscara.

Rutina.


"Puta madre, ya son las seis y media"
Y otra vez a preparar el café, la leche para las niñas, las tostadas, a elegir qué corbata ponerse, luego el tráfico de la mañana, el mismo de todos los días, la puteada de su jefe, su compañero de trabajo que pasa viendo porno todos los días, siempre la misma página, "Deja de masturbarte pendejo de mierda", el teléfono que no para de sonar, el diabólico sonido del fax, los putos papeles, la puta secretaria que se tira el jefe, un cigarro para pasar el rato, y al volver a casa, las putas peleas, las niñas, que el colegio, que la huevada. Y la propaganda del señor molina, se siente identificado. Su mujer, desde que se puso silicona en las tetas, sale para hacer "trámites" todo el día, 5 horas para pagar una cuenta, fines de semanas enteros que sale con amigas.
Ahora se lava los dientes, toma los medicamentos y se acuesta. "Mierda, casi me olvido"
Baja al sótano, saca la escopeta, un cartucho, coloca una toalla, "Para no manchar mucho", abre la boca y coloca la punta de la escopeta en el fondo de su garganta. Dispara.
Y al día siguiente, a las seis y media, se levanta enojado, prepara la misma mierda de café, y la rutina se repite.